LA INTERACCIÓN EN EL AULA
En
un grupo grande como es la clase, los esquemas de interacción son
muy complejos, pero es relativamente fácil apreciar la cantidad
existente de la misma. Convienen que ella sea lo mayor posible, pues
con un aumento de interacción se acrecienta la simpatía mutua de
los alumnos y su concordancia en actividades y sentimientos.
La
interacción se verifica a través de la comunicación, las barreras
que la estorban pueden explicar la dificultad de una clase en
resolver sus problemas internos, en hallar sus normas de
comportamiento y en establecer el debido contacto con el maestro.
Conviene, por consiguiente, crear en el seno de la clase una buena
red de comunicaciones.
En
las escuelas tradicionales solía haber comunicación en un solo
sentido, a saber, del maestro hacia el alumno, pero no a la inversa.
Esto no solamente engendraba apatía y temor en los alumnos, sino que
privaba al maestro de información sobre el modo como eran captados
sus mensajes por los alumnos receptores. Cuando hay retroacción
(posibilidad de que los alumnos emitan, a su vez, informaciones al
maestro) se dan efectos positivos, como son un aumento de atención
en los alumnos y de su interés por la tarea que se les propone.
En
el terreno afectivo los efectos son todavía más notables. Si el
maestro adopta una actitud que no es grata a los alumnos y éstos
tienen la posibilidad de decírselo, esta comunicación resulta
catártica y, por tanto, descarga la hostilidad de los alumnos, los
cuales, por este mismo hecho, se sentirán ya más tolerantes con
respecto al maestro. Siempre resultará negativo el privar a los
alumnos de toda posibilidad de expresión.
Cuanto
más numerosa es una clase, menos posibilidades de intervenir tienen
los alumnos, disminuyendo con esto su gusto no solo por las
discusiones comunes, sino también por el grupo mismo. En dichas
clases hay alumnos que se sienten inhibidos para expresarse, con esto
disminuye la cohesión del grupo que se escinde en subgrupos.
La
interacción aumenta cuando los alumnos pueden verse entre sí. Por
tanto, la clásica disposición de asientos en nuestras escuelas
favorece el trabajo individual, pero no el trabajo en equipo ni la
interacción. Los alumnos tímidos se expresarán más fácilmente si
se hallan situados en primera fila.